viernes, 21 de junio de 2019


El mejor hacer, sí, trabajo también
Gonzalo González despliega todo su arte en TEA
Estar aquí es todo’, hasta el 20 de octubre de 2019

Celestino Celso Hernández

            Asistí a la inauguración de la exposición de Gonzalo González, ‘Estar aquí es todo’, en el Espacio Tenerife de las Artes TEA, el jueves 20 de junio, con una noche particularmente llamativa, en el tránsito de la primavera al verano. Casualmente, cuando ya nos retirábamos, junto al arquitecto y fotógrafo Carlos A. Schwartz, nos llamó la atención el cielo, a lo que Carlos optó por fotografiarlo, enmarcado por el perfil arquitectónico del patio de acceso al TEA. Hoy, al ver la foto de Carlos, me dio la sensación que las nubes se habían conjurado, para simular una de las composiciones de paisajes de cielos y nubes, que nos ha ofrecido Gonzalo. Acudí a la exposición, como digo, con una doble intención, disfrutar de la que preveía excelente muestra de arte, y también con el propósito de felicitar a su protagonista, merecedor como pocos de una exposición de este nivel. Ambas cuestiones pude cumplirlas, ampliando la felicitación también a las compañeras de viaje, más cercanas y de mayor apoyo, de Gonzalo, su mujer y sus hijas. Y luego me sentí yo también feliz, por el artista, por el amigo, y por disfrutar de un monumental despliegue del mejor hacer en el arte, sí, mas también de un gran despliegue de trabajo.

            En este punto vine a recordar una situación de la que fui también partícipe, hace ahora más de tres décadas, mediados los años 80. Sucedió en Madrid, y en aquella ocasión el protagonista fue otro grande del arte, Manuel Rivera (Granada, 1927 – Madrid, 1995), protagonista del Grupo ‘El Paso’, junto con dos de nuestros más grandes artistas del siglo XX, Manolo Millares y Martín Chirino. Iniciaba yo, por aquellas fechas, estudios de postgrado, sobre la trayectoria de Maribel Nazco y de la escultopintura, y también la incursión en la crítica de arte. Tuve el atrevimiento, ahora me parece así, de solicitar una entrevista a quien ya, por esas fechas, era un artista consagrado. Siendo yo alguien que comenzaba, Manuel Rivera, atendió a recibirme, cuestión que siempre he recordado y agradecido. Me ha servido también para comprobar cómo son los más grandes, y me ha llegado a suceder con otros grandes, como José Saramago, suelen ser los que más atención te prestan. Sin embargo, los “medianos”, en su empecinamiento de llegar a grandes, suelen mostrarse más esquivos, y más dificultades te ponen para mantener una sencilla conversación.

            Volviendo al punto, en el que habíamos dejado el comienzo de este comentario, sobre la exposición de Gonzalo González, en TEA, en la que podemos contemplar y disfrutar de un gran hacer, mas también de un gran despliegue de trabajo, el aprendizaje que obtuve de Manuel Rivera, en Madrid, va en ese mismo sentido. Me comentó que cada día subía a su estudio, que tenía en la planta alta de su vivienda, y que lo primero que hacía, al llegar a su estudio, era encender un cigarrillo. Que durante el tiempo que transcurría, mientras fumaba su cigarrillo, situado frente a la mesa de trabajo, en la que siempre tenía preparada una lámina de papel y un lápiz, iba sopesando la situación a ver cómo se presentaba el día. Si antes de consumir su cigarrillo las circunstancias apuntaban en buena dirección de trabajo, allí se quedaba ya las horas que fueran necesarias, o pudiera soportar. Y, si al acabar de fumar su cigarrillo, no habían surgido esas circunstancias favorables, entonces dejaba el papel y el lápiz, para emprender camino de la calle y darse una vuelta por el Retiro, mientras dejaba que fluyeran sus ideas y pensamientos. El día que sucediera de ese modo, no habría avanzado, literalmente hablando, en la producción de su obra, pero la clave estaba, me señaló expresamente, en que, aun siendo autónomo y por tanto su propio jefe, cada día subía a su estudio, dispuesto a trabajar, y de hecho así lo hacía, aunque no fuese directamente sentado en su mesa, con el lápiz y ante el papel.


            La exposición de Gonzalo González, ‘Estar aquí es todo’, es un auténtico ejemplo, un gran regalo. Un gran ejemplo, en el que deben mirarse todos cuantos se ven tentados a tirar la toalla, porque las cosas no salen como preveían, o porque las dificultades que se les van presentando, incluso ajenas a sus voluntades, parecieran hacerles imposible el seguir adelante con sus obras. Gonzalo González, a estas alturas de su trayectoria, tiene poco que demostrarnos, en un escenario del arte como el de Canarias, pues ya nos ha demostrado estar en lo más alto. Sin embargo, aquí tenemos nuevamente su mejor hacer y un gran despliegue de trabajo, un enorme regalo. Por eso mismo, pensamos que los profesores debieran dirigir hasta TEA a sus alumnos, casi que como tarea no optativa, de bellas artes y de cualquiera de las artes plásticas, que para todos ofrece Gonzalo en su exposición, desde la pintura, en la que ha desarrollado la mayor parte de su producción artística, sobre todo hasta los últimos tiempos, y también dibujos, esculturas, tanto fundidas en bronce como trabajadas en madera, fotografías y objetos, “bricolaje y objetos rescatados del olvido”, en expresiones de Ramiro Carrillo, Comisario de la muestra.