La obra de Alfonso Toral en El Hierro.
Presentación e inicio de un nuevo proyecto vital y artístico
Celestino Celso Hernández Sánchez
Las personas pertenecemos a los lugares en los que vivimos, podemos decir incluso que los seres humanos somos como los lugares que habitamos, somos el entorno al que pertenecemos. Nuestra forma de ver se transforma, según sea el espacio que tengamos frente a nosotros, según sea lo que miramos así será lo que expresemos. Es más, según sea el espacio en el que se desenvuelva nuestra vida, así será el modo en que reaccionemos ante nuestros semejantes, y el modo que utilicemos para comunicarnos.
Un ejemplo de lo que decimos lo podemos encontrar en las trayectorias de artistas como Claude Monet, Vincent Van Gogh o Paul Gauguin. Quién pone hoy en duda que sus obras no son las mismas, las realizadas antes y después de sus traslados a lugares más o menos alejados de París, que era entonces el principal centro de producción artística.
Quién puede ahora cuestionar que a Monet le condicionó su mirada, y de paso produjo un giro en su obra, la estancia postrera en Giverny, en donde falleció el año 1926. La contemplación y estudio constante de sus jardines dieron paso a una obra final, plena de riesgos y hallazgos, que es inicio de una nueva vía en el arte, las composiciones abstractas.
Y qué decir de Van Gogh, y su traslado a Arlés en 1888, en donde fallecería dos años más tarde. El pintor holandés se inundó de aquél paisaje y de las gentes que lo habitaban. A su paleta y a su caballete “acudieron” los campos de trigo, los árboles solitarios, como el melocotonero en flor, o la viña verde, del mismo modo que los protagonistas de este nuevo escenario rural, como el sembrador, o los segadores, e incluso el cartero.
Lo mismo podemos comentar de Gauguin, con su traslado a los mares del sur, y su voluntario alejamiento de la civilización, para imbuirse de la vida, costumbres, paisajes y colores de la Polinesia, primero en Tahití, y finalmente en Autona, Islas Marquesas, en donde falleció el año 1903.
Mas, aclaremos que este texto y esta intervención no pretende centrarse en los artistas antes citados, sino en un artista más cercano a nosotros, en el espacio y en el tiempo. Un artista, con el que he tenido oportunidad de compartir su trayectoria artística, su amistad, y también su faceta profesional, como docente de dibujo y plástica en institutos de enseñanza secundaria. Hablamos de Alfonso Toral, al que hemos seguido en su obra en las dos últimas décadas, desde su anterior residencia en la ciudad de La Laguna, de la isla de Tenerife, y en concreto del núcleo costero de Bajamar, hasta su actual espacio vivencial en Frontera, de la isla de El Hierro, y en particular del pequeño pero singular núcleo, también costero, de Las Puntas, frente a los Roques de Salmor.
Alfonso Toral guarda entre sus específicas características personales, una que no es precisamente muy común entre los artistas, la de compartir una buena parte de su quehacer con otros artistas, a los que ha dedicado en varias ocasiones más tiempo y energía que a su propia obra. Una buena muestra de ello es la experiencia que lideró a lo largo de varios años, a la que denominó Bienal de Miniaturas, y que acabó concitando la atención de los más destacados artistas de las islas, desde un espacio habitualmente atípico para el arte, como era la Ermita del Gran Poder de Bajamar. Aún así, también tuvo oportunidad de realizar su obra, de la que recuerdo unas composiciones con transfondo, o planteamiento geométrico, con una paleta austera, en la que dominaban los tonos ocres, referida en todo caso al paisaje, que Alfonso sintetizaba, y del que extraía su esencia o los elementos que a él más le interesaban, y posteriormente nos ofrecía.
Hoy, desde El Hierro, aquella generosidad de Alfonso para con el arte, y con sus compañeros artistas, no ha decaído, y como le incluyo entre los que no escarmentamos con los proyectos emprendido con anterioridad, Toral ha decidido emprender una nueva aventura en el arte, no sólo para su propia obra. A este nueva iniciativa ha decidido denominarla CAAVAL, iniciales que responden al más largo y completo nombre de Centro de Actividades Artísticas de VALverde, con sede en la capital herreña.
Con todo ello, y esta vez también, Alfonso ha vuelto a desarrollar su propia obra, y lo ha vuelto a hacer con el paisaje como protagonista de sus lienzos. Sin embargo, éstas de ahora no son composiciones geométricas, en los que dominen los trazos geométricos. Los paisajes actuales de Alfonso gozan de una mayor policromía, con una paleta incluso viva, en la que los verdes y los azules resultan los tonos dominantes. Y las composiciones adoptan un planteamiento más naturalista, que no exactamente realista.
Muy adecuadas y acertadas son las reflexiones que incluye Alfonso Toral, al respecto, en el Catálogo que da cobertura a esta su primera exposición en El Hierro, y a la que pone por título Reflexión azul. Valga como muestra la siguiente cita textual: “los cuadros van rodeándome, llenando mi espacio con una visión que va más allá de la simple representación de la Naturaleza, ahondando en lo que imagino pudiera ser y que resulta de la transformación de lo percibido por los sentidos”.
La pintura actual de Alfonso nos da mayor margen también para la simbología -de pintura metafísica habla el propio artista en su texto “Los pensamientos de una reflexión azul”-. Y las composiciones actuales de Alfonso Toral nos dan mayor margen, igualmente, para que nuestros pensamientos viajen con más fluidez por los nuevos escenarios que nos presenta, recogidos de su nuevo espacio vital en la isla de El Hierro.
*Celestino Celso Hernández Sánchez
Profesor, Crítico y Comisario de Arte
Profesor, Crítico y Comisario de Arte
VicePresidente de Arte del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
Director del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl
Exposición de pinturas en la Sala de Arte del Ateneo de La Laguna, que permaneció abierta desde el 6 de Mayo, al 3 de Junio del 2011.
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