viernes, 18 de noviembre de 2011

La Escuela de Arte celebra su Centenario






Centenario
Escuela de Arte y Superior de Diseño
‘Fernando Estévez’ - Tenerife







Escuela de Arte de Tenerife, centenaria y cuna de las enseñanzas artísticas insulares


Celestino Celso Hernández Sánchez
Historiador del Arte


Viajamos a lo largo de nuestras vidas con determinadas imágenes, que han llegado en un
momento dado a nosotros, para permanecer en la memoria, a pesar del paso imparable del
tiempo. Una de esas imágenes, en mi caso, es la que tuve desde la primera ocasión en que acudí
a la entonces Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Tenerife, en su sede de la Plaza
Ireneo González, en la ciudad de Santa Cruz. El edii cio, en el que se encontraba la sede de la
Escuela, llamaba la atención incluso antes de entrar en sus aulas, pasillos y patios.
Las calles Numancia –nombre que ostenta esta vía desde el dos de enero de 1872-, Jesús Nazareno -nombrada así desde el cuatro de agosto de 1873- y Sabino Berthelot –conocida como calle de Las Flores hasta el once de diciembre de 1901- desembocan en una pequeña y recoleta plazoleta, antiguamente conocida como La Constructora, en la que destaca un pequeño busto, en el centro de la misma, erigido a la persona de Ireneo González, que falleció en el año de 1918. En las cercanías estaban dos de los más habituales lugares de encuentro, cuando llegué a la Escuela en los primeros años ochenta, la Venta y Bar Sorocaima en la calle Numancia, y la Pensión Valverde y el Bar Vancouver en la calle Sabino Berthelot. Buena parte de los mejores ratos transcurrían a pie de mostrador, entremezclados con la entrada y salida de las personas que venían a comprar algunos comestibles, en el primero de los casos, y los que lo hacían para
dejar sus bártulos o recoger sus cosas tras una estancia, en el segundo caso.
Una vez se llega a la pequeña plaza, de pronto se alza una amplia y destacada fachada, sin espacio suficiente para poder verla con sosiego, si no se fuerza el cuello más de lo habitual. Resaltaba sobre todo su portal de acceso, en piedra tallada, nada común precisamente, como bien sabemos, en las construcciones de las islas, salvo en las edificaciones más solemnes y destacadas. En ese portal encontramos determinadas i guras y lemas inscritos, que nos servían de antesala para prepararnos sobre el lugar al que íbamos a acceder. Coronando la fachada, en lo más alto del frontispicio, a la izquierda nos encontramos con la i gura de Minerva, Atenea, la diosa griega de la guerra, que los romanos convirtieron en diosa de la sabiduría y patrona de las Artes y Oficios, y a la derecha la i gura de Mercurio, el Hermes griego, hijo de Júpiter, dios


del comercio y la elocuencia, que encarna a su vez a la Industria. Ambas esculturas, en mármol, fueron diseñadas por Gumersindo Robayna (Tenerife 1829-1898). En el centro del hastial figura un reloj, que durante muchos cursos señalaba las horas de entrada y salida de las clases a los alumnos y profesores, y que a partir del momento en que el edificio ha dejado de albergar la sede de la Escuela, para convertirse hoy en Escuela Taller, Casa de Oficios y Centro de Empleo, sus grandes agujas han quedado para siempre clavadas en las siete menos cuarto de la tarde. Una placa, a la derecha y a media altura de la fachada, nos recuerda que en este edificio tuvo su sede también el Instituto Municipal de segunda enseñanza. Al pasar el edificio a ser propiedad del Ayuntamiento de Santa Cruz, en los años veinte del siglo XX, entre sus paredes se instaló el primer centro de Bachillerato de la ciudad. El texto de la placa, a la que aludimos antes, nos
recuerda además, con fecha de tres noviembre de 1978, a la veintidós promoción, en la que figuraban como profesores nombres de la talla de Pedro Suárez, Francisco Bonnin Guerin, Manuel López Ruiz y Leocadio Machado.
Todos los que han tenido oportunidad de acceder a la Escuela de Arte, en la plaza Ireneo González, suelen hacer el mismo comentario, cuando surge el recuerdo: allí se respiraba arte. Sí, en efecto, se respiraba arte desde el largo pasillo de entrada, que daba a su vez a una solemne escalera de ida y vuelta, muy amplia, en la que en ocasiones se solían sentar los alumnos a comentar sus trabajos, y a buscar ayuda los que menos se les daba el dibujo o la pintura con los que más pronto cogían la habilidad para resolver los ejercicios, que les planteaban los profesores. Arte encontrábamos en los talleres, que se distribuían en la planta baja, dando a sendos pasillos laterales. Y arte también en la planta superior, en la que se repartían las aulas de dibujo artístico y lineal y de historia del arte. Arte, en suma, en el salón principal, que recorría todo  lo largo de la fachada, configurándose como el Salón noble más largo, y grande en capacidad, de todos los que existían en la ciudad de Santa Cruz. Mucho esfuerzo costó, peticiones y hasta manifestaciones de algunos valientes profesores y alumnos, para que se emprendieran las obras de reforma necesarias en este emblemático edificio. Y hasta la vida pudo costarnos, cuando ya camino de recuperar lo restaurado, en un momento se oyó un crujido seco, al que siguió un estallido con ramificaciones, como un rayo que hubiera corrido por la pared, amenazando con venirse abajo toda la cubierta.
Más tarde supimos, pasado el tremendo susto, que la estructura que había preparado el excelente arquitecto que fue don Manuel de Oraá (Burgos 1822-Santa Cruz de Tenerife 1889), autor de la entonces sede de la Escuela, no había sido respetada en el proceso de restauración. Don Manuel de Oraá era arquitecto provincial de Canarias, y municipal de Santa Cruz de Tenerife, en la fecha de 1877, cuando recibe el encargo de realizar los planos de un edificio capaz de albergar la Sociedad de Socorros Mutuos y de Enseñanza Gratuita. Bernabé Rodríguez Pastrana, que vivió hasta el quince de mayo de 1892, fue Alcalde de Santa Cruz en 1857 y 1868, y Presidente de la citada asociación en 1881, fundada por él para crear un centro de estudios, la “Institución de Enseñanza”. Volviendo al edificio sede de la Escuela, en 1883 i guraba como director de las obras Francisco de Aguilar y Fuentes, y a Manuel de Oraá le sustituiría por renuncia propia Manuel de Cámara, sin que pudiera ver i naliza esta obra, pues fallecía el año 1889. La obra se terminó en 1894, en estilo de los últimos momentos del neoclasicismo y pinceladas ya del romanticismo, pudiéndosele considerar también dentro del eclecticismo, pues en el cuerpo superior cuenta con ventanillo de trazos manieristas. Oraá había diseñado un amplísimo salón con paredes muy anchas, de piedras, barro y otros materiales de relleno, para soportar una cubierta ligera de metal, entonces de moda, capaz para cerrar grandes espacios como salones o mercados. De hecho era una de las pocas cubiertas de sus características y catalogadas, que se conservaban en Canarias. Sin embargo, no sólo no se conservó la estructura original, sino que su sustitución nos supuso un grave riesgo, como ya hemos adelantado, para los que entonces


transitábamos por las aulas y pasillos de Ireneo González.
Las Escuelas de Artes y Oi cios surgen en distintos distritos (provincias) de España a partir de 1886, con la Escuela Central de Artes y Oficios, en Madrid, tras su separación dei nitiva del Real Conservatorio de Artes, al que estuvo adscrita como Escuela de Artes y Oficios, desde que se creara como tal escuela de arte en 1871. El primer plan de estudios data de 1886, y a éste le seguiría un segundo plan en 1895. Por Real Decreto de 1900 se crearon las Escuelas de Artes e Industrias, reorganizando y fundiendo las Escuelas de Artes y Oficios y las provinciales de Bellas Artes. Otra trasformación más del plan de estudios tuvo lugar en 1907, antes de su nueva reconversión en el año 1910, por la que se dividieron estas enseñanzas en dos ramas y dos tipos de centros: las Escuelas Industriales y las Escuelas de Artes y Oficios.
La primera de las Escuelas de Artes Aplicadas y Oi cios Artísticos de Canarias fue la que se instaló en la isla de Tenerife, tomando en el año 1910 la denominación de Escuela Municipal de Artes Industriales, y en el año 1911 el nombre de Escuela Municipal de Artes y Oficios. Figuran como profesores fundadores de la Escuela de Tenerife Pedro Tarquis, Teodoro Robayna, Filiberto Lallier y Eduardo Tarquis. La nómina de otros docentes “pioneros” de nuestra Escuela representa, por sí misma, lo más granado de los artistas canarios de la primera mitad del siglo XX: Manuel López Ruiz, Nicolás de la Oliva, Miguel Tarquis, Álvaro Fariña, Mariano de Cossío, Pedro de Guezala y Carlos Chevilly. En Canarias se acabarían instituyendo un total de cuatro escuelas: la “Fernando Estévez” de Santa Cruz de Tenerife, la de Santa Cruz de La Palma, en la calle Trasera o de Álvarez Abreu, cuyos inicios se fijan en el año 1913, la de Las Palmas de Gran
Canaria, y la “Pancho Lasso” de Arrecife de Lanzarote, siempre que no tengamos en cuenta la vida efímera que tuvo la de San Sebastián de La Gomera. Las crónicas de principios del siglo XX nos cuentan que las Escuelas de Artes y Oi cios se implantaron, pues “la delicada situación económica, social y cultural que se padecía en la isla, hacía necesaria su creación para la instrucción en artes, oficios y formación profesional de la clase obrera”. Se impartían clases de Modelado y Vaciado, Dibujo Artístico y Lineal, Historia del Arte, Elementos de Construcción, Aritmética y Geometría, Mecánica, Física y Química.
Otro momento destacado en la trayectoria de las enseñanzas artísticas tuvo lugar en el año 1963, fecha de una nueva Reforma, que vino a suponer otro modelo educativo. El Decreto 2127/63, de 24 de julio, en su artículo primero, trajo además consigo la nueva denominación de estos centros: Escuelas de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos.


La Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Santa Cruz de Tenerife ha sido germen y semillero, no sólo de generaciones y generaciones de artistas y profesionales de las artes y los oficios artísticos, sino también de las enseñanzas de las artes a lo largo del siglo XX en las islas. De su propio seno surgió en el año 1948 la Escuela Superior de Bellas Artes, siendo su Director Arturo López de Vergara. Las titulaciones de esta escuela superior estaban autorizadas por la Real Academia (1843) y la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (1940), con sede en Sevilla. Y de las aulas de la escuela de Ireneo González surgió también la actual Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, que inició su andadura mediante Real Decreto de veintinueve de septiembre del año 1978. La Facultad enfocó su programa hacia el dibujo, la pintura, la escultura, el grabado, las artes de la imagen y el diseño, y las técnicas de restauración. De hecho, dos de los principales impulsores en la creación de la Facultad de Bellas
Artes de La Laguna, Pedro González y Rafael Delgado, eran profesores de la Escuela de Artes y
Oi cios, y lo volvieron a ser cuando ésta se vio obligada a abandonar su sede de la plaza Ireneo
González.
Tuve la  fortuna de llegar a la que hoy es Escuela de Arte “Fernando Estévez”, veinte y seis años atrás, en el momento en el que se producía un cambio generacional en su profesorado. Con fecha de 15 de noviembre de 1983, la Dirección General de Personal y Servicios, entonces del Ministerio de Educación y Ciencia, autorizaba mi incorporación a la Escuela como Profesor de Historia del Arte, como interino asimilado al cuerpo de profesores de Entrada. Este ingreso coincidió con la incorporación del compañero Alfonso Silván Lago, en su caso como profesor de Dibujo Lineal, ocupando el cargo de Directora la Arquitecta Técnica, y profesora también de Dibujo Lineal, Concepción Dávila. Llegué cuando se procedía a la celebración del homenaje a profesores como Miguel Márquez, destacado escultor que buscó su retiro en Punta del Hidalgo, donde la mar se ve desde lo alto, Cecilio Campos, entonces de pocas palabras, paciente y meticuloso “manufacturador” de la pintura, y Felipe Padrón (Güimar), privilegiado partícipe en la dirección técnica de la Basílica de Candelaria, por el año 1949, junto al renombrado arquitecto José Enrique Marrero Regalado (Granadilla 1897-1956). Los conocí a los tres, si bien no compartí docencia con ellos, aunque sí supe del buen hacer y el buen recuerdo que dejaron a su paso por la Escuela. Como también oí hablar del particular magisterio, al tiempo que respeto, que inspiraba un profesor al que popularmente se le conocía como “el cachimba”, el palmero Antonio González Suárez (El Paso 1915 – Tenerife 1992), que bien puede presumir de ser uno de los más grandes acuarelistas de estas islas.
Sí, tuve el privilegio de ser compañero en las tareas docentes con otros prestigiosos profesores, comenzando por Pedro González (La Laguna 1927), destacado artista ya entonces, reconocido impulsor de la renovación artística de Tenerife, liderando el grupo Nuestro Arte, creado en el año 1963, y que volvió por la Escuela tras su singular paso por la Alcaldía de la ciudad de La Laguna, para trasladarse finalmente a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna. Facultad, por cierto que se había nutrido, en buena parte de su primer claustro de profesores, de la antigua Escuela de las Artes y los Oficios. Esta es una historia que no ha sido del todo bien contada, ni tampoco adecuadamente interpretada por ambas partes, y que deberá tener un día el reconocimiento que en buena ley le corresponde a la Escuela, como impulsora natural de la  Facultad. Una tarea en la que, como ya indicamos con anterioridad, tuvo bastante que ver también el profesor Rafael Delgado, con el que me cupo igualmente la fortuna de compartir docencia. Fue, de hecho, de los profesores que durante más tiempo simultanearon sus enseñanzas, tanto en la Escuela como en la Facultad, hasta que completó el Doctorado en ésta última, retirándose finalmente en ella del ejercicio activo.


Fui compañero además, en los años ochenta, de Ángel Camacho (Santa Cruz de Tenerife 1935), que ejercía de Secretario, y que ya entonces mostraba una prolífica producción como autor teatral, hermano por otra parte de uno de los directores de teatro más innovadores de las islas, Eduardo Camacho, que sería por cierto el primer Decano de la Facultad de Bellas Artes. Tuve, por otra parte, la suerte de ser compañero de uno de los profesores de religión, que a buen seguro muchos hubiesen querido tener por tal. Me rei ero al famoso padre Adán –José Miguel Adán- (Puerto de la Cruz), al que se le conocía por sus singulares sermones, del mediodía de los domingos, en la Catedral de La Laguna, por lo atrevido y progresistas, que resultaban para los años setenta, aún vigente el régimen franquista. También era amplia su fama por el “apodo” por el que se le conocía, el “cura guapo”, razón según algunos de por qué contaba con muchas feligreses femeninas de buen ver, que a su vez conseguían acercar hasta la Catedral a un público masculino joven, aunque éstos más bien solían dar la excusa de que acudían a misa por los mensajes progresistas de aquél cura diferente. Compartí horarios con profesores como Gerardo Martínez, que se sabía todos los secretos del vaciado, al frente de su taller de “Vaciado y Moldeado”, pero que tenía su cabeza y su corazón en volver cuanto antes a su querida Galicia. También Isabel Rueda, a la que no se le escapaba nada en el mundo textil, teniendo que lidiar con la mal ganada fama que arrastraban los estudios de bordados y encajes, desacertado nombre en el momento en que empezaba a imponerse el diseño de moda. Antes de regresar a su querida Andalucía, dejó un recuerdo imborrable con la realización del repostero, que preside el salón de actos de la actual Escuela, además de sus valientes incursiones en el complejo entramado de los trajes del Carnaval. Ana Lavers vino desde la Escuela de La Palma a sustituir a Isabel, y se mantuvo activa entre nosotros, hasta su jubilación como docente, ya en la sede del camino del Hierro. Entre otras tantas satisfacciones profesionales me cupo, igualmente, la de ser testigo de la vuelta a Canarias de uno de los  más grandes escultores insulares del siglo XX, Manuel Bethencourt (La Habana 1931), que vino a ejercer en la Escuela de Santa Cruz procedente de Madrid. Curiosear en su taller, justo a la entrada a mano derecha, suponía una doble satisfacción, la de deleitarse por una parte con varias de sus más conocidas y monumentales esculturas, y la de verlo trabajar por otra parte en nuevas obras, además del ejercicio de enseñar en sus alumnos.
En los siguientes años, compartí tareas escolares con el fotógrafo Antonio Casanova, que supuso un cierto “martirio” para algunos compañeros, por el ejercicio que realizaba como Jefe de Estudios, sin que su profesionalidad fuera cuestionada, y siempre nos preguntábamos hasta donde había llegado en su profesión, nunca del todo contada, salvo el detalle especial de que había tenido oportunidad de fotografiar a Pablo Picasso. Enseñanzas compartidas con el muy querido compañero José Antonio de la Cruz, al que pocos le podían hacer sombra en lo que a ebanistería se trataba, y cuya mayor aspiración siempre fue la de ir a mostrar su trabajo, y el de sus alumnos, allí donde tenían sus talleres los más afamados ebanistas de Canarias, en el valle de La Orotava. De igual modo, Daniel San Luis, que llenaba la Escuela de ruidos secos de martillazos, desde el patio trasero donde estaba su taller de Metalistería. También el conocido escultor Eladio de la Cruz (Santa Cruz de Tenerife 1934), que repartía magisterio por igual en sus clases, que fuera de la Escuela, en las escapadas que un grupo de profesores nos dábamos, de vez en cuando, por ese Norte, como a él mismo le gustaba decir. Y Francisco Zuppo (Santa Cruz de Tenerife 1944 – 1997), uno de los más singulares pintores del medio siglo de las islas, que a menudo tenía que cargar con la cruz, muy a su pesar, del equívoco que producía su nombre, con un forofo del fútbol, junto con su muy bien ganada fama de artista solitario y muy particular. También José Luís Cedrés (Santa Cruz de Tenerife 1942), artista de los sesenta, que sigue a la generación de Nuestro Arte, compañero de Zuppo en el grupo Obsidiana, y acertado superviviente entre los artistas que por entonces destacaron.


Nombres, en suma, todos ellos, que pueden i gurar sin ningún menoscabo en cualquier cartel de artistas y profesionales, que se quiera componer en estas islas. Una suerte, por lo tanto, una satisfacción, el haber podido compartir con ellos algunos años de docencia artística. Y finalmente, al ingresar como profesor en la antigua Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, ya se encontraban también en ella, ejerciendo como profesores, la pintora Gloria Díaz (Tijarafe 1953), que cumplió un tiempo además de Directora, y con la que coincidí como ViceDirector, y el escultor Medin Martín (Breña Alta 1955), con el que a partir de ese momento he compartido amplias jornadas de docencia y también de actividad artística y de amistad. Compañeros de entonces, además, como los profesores de dibujo artístico Concepción Barrera y Alex Herrera, de cerámica Mercedes Tiana, de artes grái cas Francisco, de dibujo lineal Juan Dávila y de historia
del arte Mari Carmen Ortiz.
Toca ahora celebrar el Centenario de la Escuela, punto en el que se produce cierta confusión, con respecto a la fecha exacta que corresponde al centenario, pues aparecen distintas referencias, que sitúan los inicios tanto en el curso 1909-1910, como en fechas incluso posteriores hasta el 1912-1913. Esta circunstancia depende, de algún modo, del asunto en concreto que se tome como referencia: bien la creación de las enseñanzas de artes y oficios, y la promulgación del correspondiente decreto en el boletín oi cial, bien el inicio de dichas enseñanzas en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Sea del modo que sea, la actual Escuela de Arte y Superior de Diseño “Fernando Estévez” puede “presumir” a partir del presente año de centenaria, desde su nueva sede en el camino del Hierro de Santa Cruz de Tenerife, a partir del año 1995, en un edificio diseñado por los destacados arquitectos tinerfeños Javier Díaz-Llanos y Vicente Saavedra. Celebración que pocas instituciones de enseñanza y de arte pueden ostentar en estas islas, ingresando así nuestra Escuela en el exclusivo club centenario, en el que ya se encuentran la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (1777), la Universidad de La Laguna (1792) y la Real Academia de Bellas Artes de San Miguel Arcángel de Canarias (1849).



Del 8 al 30 de octubre de 2010
Centro de Arte ‘La Recova’
Santa Cruz de Tenerife- Islas Canarias


http://www.escueladeartetenerife.com/Catalogo_baja.pdf

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